El Perú celebra el próximo 28 de julio, 198 años de nación soberana, gracias a la intervención de dos célebres personajes de la historia latinoamericana: José de San Martin y Simón Bolívar. El primero, proclamó la Independencia Nacional el 28 de julio de 1821, tras desembarcar con el Ejército que había liberado a Argentina y Chile; y el segundo, que había independizado a Venezuela, Ecuador y Colombia, consolidó la soberanía de Perú, tras vencer a los realistas, que todavía permanecían en el territorio peruano, en las batallas de Junín (6 de agosto de 1824) y de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), lo que obligó al virrey La Serna a firmar la capitulación y salir del territorio peruano para siempre.   

La historia de estos dos prohombres es apasionante. Ambos, muy jóvenes, se embarcaron en la causa de liberar América del Sur del dominio español y fundar naciones independientes en base a los virreinatos y capitanías creadas por España. Fue una tarea de gigantes, de genios de la época, que saborearon el poder y la gloria, pero que después, por luchas internas entre personajes y grupos disputándose el poder, se vieron obligados a abandonar todo y morir en medio de la pobreza y la soledad, tristes y abandonados. San Martín expiró en Boulogne-sur-Mer, en Francia, acompañado de su hija Mercedes. Bolívar murió a los 47 años de edad, en una casa prestada, en la hacienda San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, al norte de Colombia.

Pero a estas alturas del siglo XXI, vienen algunas preguntas: ¿Qué se hizo en el Perú en estos casi 200 años de país soberano para alcanzar el desarrollo? ¿Por qué esas crisis casi continuas? ¿Qué hay que hacer para alcanzar estabilidad política y progreso? Sin duda que hay muchas respuestas y seguro que más preguntas. La respuesta a la primera pregunta es simple: nada. A la segunda pregunta se puede contestar con más explicaciones, y una de ellas, la inestabilidad política, pues es un país que a lo largo de su historia ha registrado más golpes de Estado, es decir cambios de presidentes por la fuerza, que ningún otro, desconociendo la voluntad popular expresada en las urnas. Y a la tercera pregunta, se puede responder apretadamente exigiendo que el Estado cumpla con sus deberes de brindar educación de calidad, justicia verdadera, erradicar la corrupción y la violencia, cuidar la salud de la población, mejorar el transporte e impulsar la industrialización. El Perú no puede continuar como un simple exportador de materia prima ni permanecer en la encrucijada.      

Si no lo hacemos, seguiremos preguntando, como le dijeron a Simón Bolívar en 1824: “Ya tenemos la independencia, general, ahora díganos que hacemos con ella”.