En la vida cotidiana nos encontramos más de una vez con situaciones o con personas que nos quitan energía. Personas o situaciones que, por sus características, nos comunican un estado de malestar y de negatividad. Sentimos que nos apagamos, que quedamos sin luz, cansados y sin ganas de nada.

A veces se trata de situaciones inesperadas en las que nos vemos involucrados, una pelea entre conocidos, una fea situación callejera, un problema laboral, etc. Algo que pasa de pronto y nos ensombrece.

A veces son personas que, sin quererlo, nos provocan un efecto de vaciamiento. Después de estar con ellos quedamos como vacíos. Sin fuerzas. Sin ganas. Como entristecidos. Nos comunican un estado de malestar. Suelen ser personas que se quejan de todo y ven todo como una tragedia. En general sólo hablan de cosas horribles que pasan o que imaginan que pueden pasar. Y así quedamos. Teñidos de una oscuridad que no nos pertenece, pero que nos apaga y nos hace ver las cosas negras.

Somos seres conectados, y como tal, nos vemos afectados por lo que ocurre a nuestro alrededor. Es inevitable que las situaciones y las personas nos contaminen con su energía y con sus estados de ánimo. Somos permeables a las diversas influencias que vamos atravesando durante el día. Pero eso no significa que tengamos que quedar pasivamente afectados. Está en nosotros la capacidad de volver a conectar con las emociones y sentimientos positivos que nos habitan.

Se trata de no dejarse llevar por la perspectiva  pesimista y de recargar pilas si algo de lo que vivimos nos ha vaciado. ¿Cómo hacerlo?

4 herramientas para no contaminarse con lo negativo
• No dejarse atrapar por lo negativo
Las personas que nos desaniman suelen tener una mirada negativa. Sus temas de conversación pueden ir de una enfermedad a la situación terrible que se vive en cierta parte del mundo. Siempre tienen algo espantoso para contar. Hablan de lo difícil que es todo. Lo horrible que es el trabajo que tienen, las injusticias, o las malas noticias son sus temas preferidos.

Y así, con su charla, nos van contagiando de esa mirada oscura y sin esperanza. Nos llenan de desaliento. Puede ser que empecemos a no ver más que la dificultad, los problemas, el sufrimiento. Quedamos impregnados emocionalmente por una visión negativa que no es la nuestra.

Así, es importante darse cuenta de lo que nos está pasando. Y despejar el asunto: “esa mirada oscura no es la mía, es la del otro”. Hay que volver a la propia mirada. Reconectar con lo que uno piensa y con las propias esperanzas.

• Confiar en uno mismo
Confiar en uno mismo es otra herramienta importante. La gente que no se deja afectar por el negativismo ajeno, es porque tienen la confianza suficiente en sí mismos como para no dejarse arrastrar en la corriente de pensamiento o conducta de otros. Estar seguro de lo que uno piensa y siente será un muro de contención que impedirá que el aluvión de negatividad nos arrase.

• Hacer algo que nos haga sentir bien
Hacer algo que nos gusta siempre es reconfortante. Después de un día oscuro, o de una experiencia emocionalmente extenuante es bueno recurrir a algo que te ofrezca una vivencia de bienestar auténtica.

Darse un gusto, encontrarse con alguien que nos hace bien, salir a caminar, conectar con la naturaleza, escuchar una música que nos den ganas de bailar, son actividades que pueden ayudar a salir de la negatividad.

Muchas veces al estar atrapados en la oscuridad no tenemos ganas ni de hacer algo que nos gusta. Por eso es importante hacer el esfuerzo, para romper con el “embrujo” de lo negativo. Aun sin ganas ponga una buena música y baile, o calce sus zapatillas y salga a correr por la naturaleza. Busque algo que le devuelva la energía, el buen humor y la alegría.

• Volver a lo propio
Después estar rodeados de personas que fomentan el malestar o en ambientes emocionalmente negativos solemos quedar afuera de nuestro propio eje.  Podemos sentir que perdimos el propio GPS y que ya ni sabemos dónde estamos parados. 

Por eso, lo fundamental es volver a entrar en contacto con uno mismo. Recupera la conciencia de quién uno es. Volver a lo propio. A la propia forma de vivir y de pensar. Conectar con las propias emociones, para, poco a poco, deshacernos de la oscuridad ajena.

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