Charlotte.- Llena de emociones que con mucha frecuencia llegaron hasta el llanto, estuvo una vigilia organizada por el grupo de defensa de los indocumentados Familias Unidas, que la pasada semana tuvo lugar en la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe en esta ciudad.

El evento formó parte de un desesperado esfuerzo por tratar de mantener en Estados Unidos al inmigrante guatemalteco Felipe Bravo, quien recibió una orden de salida del país después de un largo proceso de deportación, y deberá regresar a Guatemala en los próximos días, a menos que el servicio de inmigración cancele esta orden.

De tener que cumplir con la medida, Bravo, quien llegó a Estados Unidos hace 14 años y fue puesto en proceso de deportación tras ser arrestado en 2011 por conducir su auto sin licencia, tendría que dejar atrás a sus tres hijas de 13, 12 y 6 años, ciudadanas norteamericanas por nacimiento, y a su esposa, Plácida Pérez, a quien le unen 14 años de matrimonio.

“Va ser muy difícil para mí tener que sacar adelante a nuestras tres hijas, más ahora que ya se está acabando el trabajo en el lugar donde estoy trabajando y no sé si voy a encontrar otro, pero si a él lo deportan lo tendré que hacer. Aquí está el futuro de las niñas”, expresó Pérez a Qué Pasa-Mi Gente.

La menuda mujer dijo a este semanario que trabaja en la edificación de un centro médico, el cual está prácticamente siendo terminado en la ciudad de Mathews, donde realiza labores generales de limpieza del área, y otros menesteres propios de la construcción.

“Yo no quiero que se lleven a mi papi porque sin él ya no voy a poder salir a pasear a todos los lugares y voy a estar muy triste. Yo lo quiero mucho”, dijo a Qué Pasa-Mi Gente Jennifer Bravo, la hija de doce años del matrimonio.

Otra de las jovencitas nacidas en Estados Unidos presentes en el lugar, Jessica Olea, hizo uso de la palabra para pedirle a las autoridades de inmigración que “por favor, no deporten a nuestros padres. Nosotros, los niños hijos de indocumentados necesitamos ir a la escuela y necesitamos comer y eso no lo podemos hacer sin ellos”.

Pocos minutos después, al dirigirse a las más de cien personas reunidas en el popular templo católico, Whitney Smith, activista de la Coalición Latinoamericana, rompió en llanto al decir “las personas como Felipe nos hacen la vida mejor, porque con su lucha por mantenerse junto a su familia, nos hacen comprender qué es lo más importante en este mundo”.

Bravo, quien trabaja en una fábrica embotelladora de refrescos y canta y toca la guitarra además de ser un activo integrante del coro de la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, fue largamente aplaudido y vitoreado por los presentes, cada vez que cantó y tocó la guitarra durante la vigilia.

Al finalizar la actividad, el párroco de la iglesia padre Vicente H. Finnertty, bendijo a la familia Bravo-Pérez y elevó una plegaria a Dios pidiendo que todos ellos se puedan mantener unidos.

¿Quiere ayudar?
Puede llamar a la oficina del director del ICE en Washington, al teléfono 202 732 3000, o a la oficina de inmigración en Atlanta al 404 893 1400 y pedir que no deporten a Felipe Gregorio Bravo Pérez, cuyo número de registro de extranjero es el A# 200-715-340.