Winston-Salem.- Después de permanecer en un limbo por largo tiempo y teniendo que ajustarse a la vida en un nuevo país, una adolescente salvadoreña que inmigró a Carolina del Norte hace tres años para reunificarse con su madre tiene ya su tarjeta de residencia y puede soñar con un gran futuro.
Gladiz Cruz, de 16 años, piensa ya en ir a la universidad y aunque todavía no sabe qué carrera estudiar, asegura que quiere dedicarse a ayudar a personas que han sufrido de algún tipo de maltrato. En caso de haber permanecido con su abuela en El Salvador, no sabe lo que le hubiera deparado.
Según los abogados que llevaron su caso por dos años hasta lograr obtenerle la “green card”, todo esto es posible en gran parte a que por todo este tiempo Gladiz y su familia dieron seguimiento al caso, acudieron a todas las fechas de corte en Charlotte y nunca se rindieron.
María Travers, consultora legal extranjera acreditada por la Barra de Abogados de Carolina del Norte y abogada en su natal Nicaragua que trabaja en la oficina Bailey & Ryan en Winston-Salem, se especializa en casos de inmigración de menores centroamericanos que llegaron a Carolina del Norte para reunificarse con sus familias.
Debido a que es un proceso legal complicado que involucra derecho familiar y de inmigración, asegura que muchos de estos menores en algún momento dejan de ir a corte o nunca se presentan, perdiendo una gran oportunidad de regularizar su estatus.
“Algunos padres piensan que si el hijo no fue detenido en la frontera entonces no hay nada que hacer”, comentó Travers. “Eso no es cierto”.
El abogado Earnest Bailey, quien trabaja con Travers y se enfoca en la parte de derecho familiar de los casos, explicó que existe una ley que protege a menores que vienen escapando de problemas en otro país, conocida como el estatus especial para inmigrante juvenil o SISJ, por sus siglas en inglés.
Según Earnest, los requisitos para solicitarlo son tener menos de 18 años de edad, ser soltero y haber sufrido algún tipo de abuso, negligencia o abandono. Además, el joven en Estados Unidos debe de reunificarse con alguno de sus padres.
La madre de Gladiz inmigró a Estados Unidos cuando ella era un bebé y creció con su abuela. Hace unos años, comenzó a tener problemas y peleas, especialmente con un tío, por lo que no hubo más remedio que enviarla con su madre.
“Los jueces locales están siendo muy abiertos con este tipo de casos”, aseguró Bailey. “Si ve que hay una oportunidad de ajuste, nos apoyan”.
Travers conoció a Gladiz durante una pasantía en la oficina de Church World Service cuando todavía era estudiante de derecho. Al conocer la situación de la recién llegada, quien podría calificar para un ajuste migratorio, se lo presentó a uno de sus profesores en la Universidad Wake Forest y juntos se prepararon para representarla.
Todo este tiempo Travers estuvo a un lado de Gladiz, apoyándola en lo que necesitara pero también asegurándose que no abandonara el proceso.
“Es difícil porque hay que lograr una coordinación entre las familias que a veces no tienen ni medio de transporte o hay que ser su consejero en otros asuntos”, comentó Travers, quien dijo que debido al temor que muchos inmigrantes tienen hacia las autoridades migratorias, en la corte de Charlotte ha visto padres que esperan en el estacionamiento mientras su hijo se presenta ante el juez.
“Seguir con todo esto me está dando la oportunidad de estudiar. Es mejor estár aquí porque la ley te protege más”, dijo Gladiz.