La adolescencia suele generar incertidumbre y preocupación en los padres. Pero no todos pasan por un período turbulento, ni su comportamiento es irracional e infantil. Desmentir estos falsos mitos y reorientar la atención sanitaria hacia los jóvenes resulta fundamental para garantizarles un presente y futuro positivo.

La adolescencia, esa etapa que transcurre entre la infancia y la edad adulta, presenta unas características y necesidades que han de ser debidamente atendidas. Aún hoy en día se mantiene una opinión inadecuada sobre la adolescencia, pues comúnmente se considera que durante esta fase de sus vidas se puede esperar una conducta anormal.

Se dice de estos jóvenes que viven en un período de extrema inestabilidad y turbulencia emocional, de ruptura total con lo anterior, de pensamiento irracional, e incluso de una etapa de psicosis normal y disarmonía generacional.

Contraria a esta idea, Inés Hidalgo, presidenta de la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia y directora de la revista Pediatría Integral, de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria de Atención Primaria, sostiene que “la mayoría de los adolescentes superan esta fase sin problemas”.

La tendencia está cambiando y “la adolescencia ha pasado de ser considerada como un período temido a ser una etapa de especiales oportunidades para el desarrollo”, manifiesta.

Durante la adolescencia se alcanzan los objetivos psicosociales necesarios en su evolución a la edad adulta: adquirir una independencia respecto a los padres, tomar conciencia de la imagen corporal y aceptación del cuerpo, relación con los amigos y adopción de estilos de vida, establecer una identidad sexual.

Las características propias de la adolescencia que sí están demostradas por la ciencia son:

  • La inestabilidad emocional con sus cambios bruscos de humor
  • El desequilibrio entre las oportunidades reales y sus aspiraciones
  • Las presiones del entorno
  • La incertidumbre
  • El predominio de la acción sobre la reflexión z El presentismo y la gratificación inmediata
  • La minusvaloración de las consecuencias futuras de su conducta
  • Cierto sentimiento de invulnerabilidad

Sí que es cierto que estas cualidades, sumadas a las conductas arriesgadas que pueden realizar los adolescentes y la fragilidad de su personalidad, constituyen un marco idóneo para la eclosión de posibles trastornos mentales. De hecho, el 20% de los adolescentes pueden presentar algún tipo de trastorno mental según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“El desafío para el médico es distinguir entre comportamientos de riesgo transitorios y conductas que, por su frecuencia e intensidad, pueden llegar a ser patógenas”, argumenta Inés Hidalgo.

“Los padres deben saber que su hijo/a adolescente es un viajero que ha salido de una estación y no ha llegado al destino, y que es preciso equilibrar las libertades del pasado y las responsabilidades del futuro”.

Pautas para los padres:

  • Escucharles emitiendo mensajes claros.
  • La negociación es una buena herramienta cotidiana.
  • Considerar sus comentarios seriamente.
  • Evitar mantener una pulseada para ver “quién puede más”.
  • Mostrar interés y preocupación por sus actividades.
  • Demostrar confianza en el adolescente.
  • Resaltar sus atributos positivos.
  • Poner recursos a su alcance.
  • Respetar la intimidad.
  • Resolver los conflictos juntos.
  • Los adolescentes necesitan límites firmes, fáciles y explícitos, siendo muy beneficiosa su participación para fijarlos.
  • La comunicación asimismo es muy importante, es preciso evitar barreras (por ejemplo, cuando se les compara con otros, se dan discursos moralizantes o se les resta importancia a sus problemas).

Salud de los adolescentes

“Invertir en la salud de los adolescentes de hoy condicionará beneficios para las décadas y generaciones venideras”, advierte la pediatra.

El riesgo de cáncer y enfermedad cardiovascular en la edad adulta, se inicia en la adolescencia (uso de tabaco y alcohol) o se potencia en estos años (sobrepeso, obesidad, hipertensión, hiperlipemia, inactividad física, trastornos nutricionales).

Los accidentes aumentan de forma importante en esta edad y constituyen su principal causa de muerte, con cifras mucho más elevadas que en otras edades. La mayoría de los trastornos mentales se inician antes de los veinticinco años.

Además, la actividad sexual sin protección puede conducir a embarazos adolescentes no deseados, abortos arriesgados, infección por VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.