Laura González, responsable de Salud y Nutrición de Nestlé responde a diferentes cuestiones relacionadas con la alimentación según la época del año.

Con el frío de invierno, ¿conviene comer más cantidad de alimentos que con el buen tiempo?
En muchas ocasiones pensamos que con el frío necesitamos consumir más calorías que en las épocas de calor. El metabolismo es el mismo tanto en invierno como en verano. Por esto, las calorías que necesita nuestro organismo son muy similares.

Otra cosa es la sensación de hambre que, con el frío, puede ser superior ya que aumenta al disminuir la temperatura. No obstante, no debemos por ello comer más porque esa sensación no se traduce en un mayor gasto de calorías y si comemos más aumentaremos de peso. El consumo de calorías debe ser similar tanto en invierno como en verano a no ser que nuestra actividad física se incremente. En estos casos, sí que las necesidades energéticas podrían aumentar y también la necesidad de líquidos.

¿Podemos decir que hay platos de verano y platos de invierno?
En todas las estaciones hay que decir que podemos comer todos los grupos de alimentos. Lo que cambia es la preparación.

En invierno, con el frío, nos apetecen platos calientes y más potentes.

En verano nos apetecen más las presentaciones frías o templadas como las ensaladas, pastas, arroz, legumbres… Además, hay mucha más variedad de frutas, verduras, pescados.

En verano las necesidades de agua aumentan, de ahí que esté especialmente presente en muchos momentos del día, así como otros alimentos y preparaciones ricas en agua que aporten frescor, como las sopas frías, ensaladas de todo tipo, salteados, etc.

Un deportista profesional ¿puede comer más carne, más grasa o ingerir proteínas que una persona de ejercicio moderado o que sea sedentaria?
No es recomendable que un deportista profesional tome más carne ni más grasas ni, mucho menos, suplementos de vitaminas, proteínas o minerales. Una alimentación saludable y adaptada a las necesidades energéticas ya nos aporta todos estos nutrientes. En cuanto a fuentes de proteína, se recomienda completar las vegetales con pescados, huevos, lácteos y carnes bajas en grasa.

De hecho, un estado óptimo de forma física se consigue con un duro entrenamiento físico y con una adecuada alimentación. Un entrenamiento intenso puede requerir un aporte extra de 1,500 kcal la hora, además de la necesidad de reponer el agua y las sales como el sodio, potasio perdidas por el sudor.

Algunas vitaminas pueden requerir un aporte extra (por ejemplo, la B1, B2, B3 y también las vitaminas antioxidantes como la C, la E o los betacarotenos).

La glucosa es el combustible preferido del músculo y, por este motivo y especialmente los días previos a la competición, la alimentación debe ser rica en este nutriente, aportando especialmente los hidratos de carbono de absorción lenta (patatas, pan, arroz, pastas…). Esto es con el objetivo de aumentar la concentración de glucógeno muscular y, con ello, la reserva de glucosa. Esto, sin duda, repercutirá en un aumento de la resistencia física.

El aporte proteico, contrariamente a lo que se cree, no debe aumentarse significativamente (debe oscilar entre 1.5 y 2 gramos por kilo de peso y día). Esto sería suficiente siempre y cuando el objetivo final no sea aumentar de forma significativa la masa muscular, como puede llegar a ser en el caso del culturismo.

¿Qué relación hay entre las vitaminas y la nutrición?
Las vitaminas son nutrientes muy importantes a pesar de que las cantidades necesarias son muy pequeñas. Son esenciales para nuestro organismo. Nosotros en general no las podemos fabricar y participan en reacciones químicas esenciales para mantener nuestras funciones vitales. Se encuentran de forma natural en los alimentos y no aportan energía.

Las frutas y hortalizas aportan gran cantidad de vitaminas. De ahí la recomendación de ingerir mínimo tres raciones de fruta y dos de verdura al día.

Se conocen un total de 13 vitaminas y son sustancias de composición química muy diversa. Se encuentran en alimentos de muy diferente naturaleza. Las clasificamos en función de si se encuentran en la parte acuosa o grasa de los alimentos. Así tenemos:

Vitaminas hidrosolubles van unidas a la parte acuosa del alimento: Vitaminas del grupo B (B1, B2, B3, B5, B6, B9 y B12) y Vitamina C

Vitaminas liposolubles van unidas a la parte grasa del alimento: Vitaminas A, D, E y K.