Este artículo forma parte de una serie de notas que conforman el Suplemento de COVID-19 desarrollado por Qué Pasa.

 

La pandemia le impuso numerosas restricciones a nuestras vidas. Hemos vivido un año durísimo, estresante y cargado de preocupaciones. Muchas personas han perdido a sus seres queridos a causa del COVID-19. Fue un año que nos ha entristecido y nos ha llevado al límite de nuestra resistencia psíquica.

En este contexto llegan las fiestas de fin de año. Y muchas personas se preguntan, ¿cómo haré para ponerle ganas y alegría a esta Navidad? ¿Cómo haré para darle un poco de felicidad a mi familia si yo mismo estoy desolado?

La temporada navideña suele ser una época especialmente sensible y nostálgica. Es habitual que vuelvan los recuerdos de Navidades pasadas, de las fiestas familiares vividas en la infancia, y con esos recuerdos vuelve la tristeza por los que ya no están con nosotros o por los familiares que están lejos. Estas vivencias de rememoración nos suelen envolver en un sentimiento de melancolía, de aflicción y de soledad.

Al clima de melancolía por lo que hemos perdido, este año se le suman los padecimientos de la pandemia. El estrés extremo al que estuvimos sometidos, los graves problemas económicos, la incertidumbre, la soledad, el aislamiento y los miedos por la salud y por el futuro, hacen que nuestra situación psicológica sea especialmente frágil este fin de año.

La Navidad es una festividad religiosa, espiritual y familiar, pero también es un momento en el que se acrecienta el consumo. Todo un abanico de ofertas y de cosas que deberíamos comprar se abre ante nuestros ojos.  Desde la decoración de la casa, el armado del arbolito, la comida especial, hasta los regalos que queremos dar, y muchas cosas más, son todos gastos extras que hay que hacer a raíz de las fiestas. En un año en que muchas familias han perdido sus ingresos, o los han visto reducidos a lo básico, esta exigencia de consumo y de gastos agrega un sentimiento de impotencia y de malestar.

Por otro lado, la crisis del COVID-19 nos obliga a organizar los festejos de un modo prudente y cuidado para preservar la salud de nuestros seres queridos y la propia. Es imprescindible que a la hora de celebrar todos sigamos las recomendaciones del Departamento de Salud evitando cualquier situación de riesgo. Cuidarnos y cuidar a los demás debe ser una de las prioridades en estas fiestas.

En este panorama tenemos que vivir nuestra Navidad 2020 tratando de valorar y poner el foco en todo lo bueno que tenemos en nuestras vidas. Trataremos de sobreponernos a los sentimientos de abatimiento y melancolía para reforzar los vínculos con los otros y con nuestras creencias y valores.

Es tiempo de Navidad y eso implica que es tiempo de darnos una tregua. Es necesario calmar el ánimo y darnos tiempo para celebrar y, a través de este festejo, recuperar fuerzas para seguir adelante. Para poder hacerlo es primordial bajar las exigencias, las presiones tanto internas como externas y especialmente también las expectativas.

Programar nuestra Navidad de manera realista, haciendo lo mejor con lo que tenemos. No añorar ni querer lo que no es posible, sino festejar y celebrar lo que sí es posible. Lo que podemos hacer aún en medio de la crisis es nuestra potencia. Y desde esa potencia es posible reencontrar la alegría.

 

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