Moscú, 9 oct (EFE).- El líder bielorruso, Alexandr Lukashenko, en el poder desde 1994, es el casi seguro ganador de los comicios del próximo domingo, que se celebran con los ecos de la concesión del Nobel de Literatura a Svetlana Alexievich, férrea crítica de su Gobierno.

Considerado por Occidente el último dictador de Europa, Lukashenko, de 61 años, aspira a su quinto mandato al frente de Bielorrusia, pequeña antigua república soviética enclavada entre Rusia, Lituania, Letonia, Polonia y Ucrania.

También participan en la lucha por la jefatura del Estado, Tatiana Korotkévich, abanderada de las fuerzas democráticas, Nikolái Ulajóvich, jefe de una organización de cosacos, y Serguéi Gaidukévich, líder del Partido Liberal Democrático de Bielorrusia.

Pero ninguno de estos tres candidatos, según coinciden los observadores, está en posición de amenazar la continuidad de Lukashenko, que ejerce el poder desde 1994 con una dureza que le ha granjeado condenas internacionales y sanciones de la Unión Europea (UE).

La flamante Nobel de Literatura, que nunca ha ocultado su animadversión hacia Lukashenko, irrumpió en la campaña nada más recibir el galardón al expresar públicamente su apoyo a Korotkévich, la primera mujer bielorrusa candidata a la Presidencia.

En los últimos meses el líder bielorruso ha dado pasos que permiten cierto deshielo entre Minsk y Bruselas, en particular al ofrecer su capital como sede de las negociaciones para el arreglo pacífico de conflicto en Ucrania.

Lukashenko se ha desmarcado de Rusia, su gran aliada, en el contencioso de Crimea, al negarse a respaldar públicamente su anexión, pese a las reiteradas sugerencias de Moscú en ese sentido.

Además, a fines de agosto pasado el presidente bielorruso indultó a seis presos políticos, entre ellos al líder opositor Nikolái Statkévich, uno de sus contrincantes en las pasadas presidenciales.

Pero quizás el mayor gesto que ha tenido hacia Europa ha sido declarar que su país no tiene planes de albergar una base aérea rusa, después de que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ordenara la apertura de negociaciones con Minsk con ese fin.

"Sobre esto nadie ha hablado conmigo. Yo soy la persona que debe tomar la decisión y no sé nada de ello", declaró Likashenko, al tiempo que aseguró que su país no necesita una base rusa.

Lukashenko sugirió que las informaciones sobre negociaciones para emplazar una base rusa en territorio bielorruso pudieron haber sido difundidas por Rusia a fin de que "Occidente comience a dudar de que Bielorrusia quiere normalizar las relaciones".

Por lo pronto, fuentes diplomáticas adelantaron hoy en Bruselas que la UE podría suspender las sanciones contra el régimen de Lukashenko antes de finales de octubre siempre que estos comicios se desarrolle en un "clima aceptable".

Para la UE ello significa que no exista represión durante los comicios ni se vuelva a detener a opositores, precisaron las fuentes, que señalaron que será un "gesto positivo parcial".

En vísperas de las elecciones, Lukashenko destacó la importancia de la participación ciudadana y de que el presidente que resulte elegido obtenga una amplia mayoría.

"Ustedes simplemente no aceptarían a un presidente alicaído, que avergüence a su pueblo", dijo recientemente en un mitin electoral, al tiempo que agregó que "si el presidente es fuerte, si cuenta con el apoyo que ustedes siempre me han brindado, del 80 %, es otra cosa".

En las elecciones de 2010, consideradas fraudulentas por los observadores europeos, Lukashenko logró según las cifras oficiales el 79,65% de los votos, con una participación ciudadana del 90,65 %.

También en el próximo domingo se espera la afluencia masiva de los electores, muchos de los cuales ya han votado de manera anticipada, posibilidad que contempla la legislación y que para la oposición es un resquicio para el fraude.

Según la Comisión Electoral Central (CEC) de Bielorrusia, a dos días de la jornada de votación ya había ejercido su derecho a voto cerca del 20 % del censo electoral cifrado en casi 7 millones de ciudadanos.

Cerca de un millar de observadores, casi la mitad de ellos de la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa (OSCE) están ya en Bielorrusia para supervisar la limpieza de los comicios.

Hasta ahora los observadores internacionales nunca han validado como democráticas unas elecciones bielorrusas, ni parlamentarias ni presidenciales.

Por Bernardo Suárez Indart