París, 31 oct (EFE).- Apenas una semana después de iniciar el desmantelamiento de la «jungla» de Calais, las autoridades francesas lanzaron hoy una operación de «control administrativo» para identificar a los cerca de 2.000 inmigrantes asentados en campamentos en distintas zonas de París.

La proliferación de centenas de tiendas de campaña en los alrededores de las estaciones de metro Stalingrad y Jaurés -en el noreste de la capital- pone en entredicho para las ONG la tesis del Gobierno de que el desalojo de Calais no ha supuesto la llegada masiva de inmigrantes a París.

Entre escombros, basura y cartones, varios cientos de refugiados, en su mayoría provenientes de la zona del cuerno de África -Sudán, Eritrea, Etiopía- y Asia -Afganistán y Pakistán- han instalado sus chabolas.

Las condiciones de vida en los campamentos improvisados levantados a lo largo del canal Saint Martin o la avenida de Flandres son espejo de la miseria en la que han quedado atrapados los cientos de refugiados. Una situación con la que no esperaban toparse cuando huyeron de sus países para buscar el «sueño europeo».

«Vivimos como animales y nos tratan como animales», así describe a Efe Yashed, afgano de 30 años, su estadía en Francia, que comenzó hace un mes. Llegó a través de Italia y desde entonces, su estado de inmigrante no ha mejorado mucho.

Más de una veintena de veces, la chabola donde vive, bajo los rieles del metro, ha sido desalojada por la policía, sólo para volver a formarse al caer la noche. Esta mañana la historia se repitió.

Poco antes de salir el sol, la policía antidisturbios interrumpía el sueño del barrio para conducir una «operación de control» en la que solicitaron documentos de identidad a los inmigrantes.

Pero muchos no tienen nada, y menos papeles. «Después de todo lo que han pasado estas personas, lo han perdido todo», explica Suomi, portavoz del colectivo «La Chapelle Debout» («La Chapelle de pie»), organización voluntaria dedicada a ayudar a los «sin papeles».

«Ellos vienen -dice Yashed- y rompen nuestras tiendas de acampar, pero luego (los inmigrantes) las compran otra vez, así pasa siempre».

Por ahora, las soluciones se han quedado cortas: en septiembre, la alcaldesa Anne Hidalgo anunció que París abriría su primer centro de acogida de refugiados, con espacio para 400 inmigrantes, «pero es sólo diurno, o sea que por las noches estas personas regresarán a la calle», detalla la argentina María, colaboradora de la misma ONG.

La amenaza del invierno y la incertidumbre del mañana no son los únicos enemigos de los inmigrantes: el largo y tedioso proceso burocrático con el que se topan para poder solicitar asilo también amenaza su día a día.

Según Suomi, la entidad France Terre d’Asile, que tiene el primer contacto con los solicitantes de asilo, «sólo otorga 30 o 40 boletos de citas diariamente» para evaluar su posible condición de refugiados.

Sin embargo, las citas pueden tardar varios meses. Además, «la cita no es garantía de nada, si viene la policía y los desaloja les entregan la hoja de OQTF (siglas en francés de «Obligación de dejar el territorio francés») y les dicen que tienen que abandonar el país en 30 días», asegura la portavoz.

El operativo de este lunes, sólo unas 40 personas fueron trasladadas en autobuses de la comisaría para continuar su proceso de solicitud; otros cientos siguen a la espera.

Tras el desmantelamiento del campamento de Calais, el Gobierno francés pretende ahora normalizar la estadía de los miles de migrantes que se han instalado en París, para quienes la espera sigue siendo la peor consejera.

Tanto, que a pesar de las malas condiciones en su país, para Yashed volver a Afganistán se ha convertido en una opción: «Al menos en Afganistán moriríamos como hombres».