Lübeck (Alemania), 15 abr (EFE).- El G7 se propone apretar las tuercas a Rusia tanto para la desactivación del conflicto de Ucrania como para conseguir un acuerdo final sobre el programa nuclear de Irán, cuestiones ambas que implican negociar con Moscú pese a su exclusión del grupo de las potencias industrializadas.

Un Irán sin armas nucleares, la implementación de los acuerdos de Minsk y la lucha contra el terrorismo yihadista son los desafíos del G7 ante los conflictos globales, resumidos hoy por el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Frank Walter Steinmeier, tras concluir la reunión con sus colegas en Lübeck (norte de Alemania)

Moscú «tiene la llave» para reincorporarse a lo que fue el G8 -las siete potencias, más Rusia- si contribuye a desactivar el conflicto que desencadenó con su anexión de Crimea, afirmó Steinmeier.

«No es un secreto que está muy lejos de mi intención aislar a Rusia. Su regreso depende de su compromiso con los Acuerdos de Minsk», añadió el anfitrión de la ronda del G7.

Steinmeier no ocultó su malestar por la decisión rusa de abrir la puerta a suministrar de nuevo sistemas de misiles antiaéreos S-300 a Irán, cuando apenas se ha logrado un preacuerdo sobre su programa nuclear.

Estas actitudes pueden «alterar» el objetivo de lograr que del preacuerdo alcanzado en Lausana (Suiza) a principios de abril se pase a un acuerdo en firme para el 30 de junio, señaló.

Irán, pero sobre todo Ucrania, un conflicto en cuya resolución está implicado muy directamente Berlín, ocuparon el espacio prioritario en la cita del G7 -EEUU, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Japón y Canadá-, preparatoria de la cumbre de sus líderes, el próximo junio, en Elmau (Baviera).

El documento final del G7 arranca con un apremio a Moscú a ejercer su influencia sobre los separatistas prorrusos, al tiempo que se reitera la condena a la anexión de Crimea.

«Esperamos particularmente de Rusia que haga uso de su considerable influencia sobre los separatistas para que cumplan los acuerdos de Minsk», apunta el texto, que vincula el levantamiento de las sanciones contra Moscú a que se sujete a lo pactado.

Ucrania ocupa el primer apartado de las 17 páginas del documento, donde se expresa el apoyo al «formato Normandía» -las negociaciones que se desarrollan entre Kiev y Moscú, con Alemania y Francia como mediadores-, en el que Steinmeier ha adoptado el papel de motor.

El ministro alemán ejerció en Lübeck de anfitrión omnipresente y cerró en solitario la cumbre tras una reunión cuyos plenarios se redujeron a una única mañana, hoy miércoles, ya que el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, no participó ayer en el encuentro.

El forcejeo en el Congreso de EEUU para evitar el bloqueo del preacuerdo nuclear con Teherán retuvo ayer a Kerry en su país, mientras sus colegas -y la Alta Representante de Exteriores de la UE, Federica Mogherini- iniciaban sin él la reunión.

A su llegada, Kerry destacó la importancia del compromiso con los congresistas para avanzar hacia el acuerdo final con Irán, que para el G7 será la garantía de que el país no desarrollará armas atómicas y que posibilitará su verificación completa a la Agencia Internacional de Energía Atómica.

Ucrania, Irán y el yihadismo son los puntales de agenda alemana y así quedó plasmado en el documento del G7, un catálogo de tareas hasta la cumbre de Elmau el 7 y 8 de junio.

El G7 se compromete a «contribuir activamente» en la lucha contra el terrorismo, sea el Estado Islámico (EI) en Siria e Irak o Boko Haram en Nigeria, y expresa su pleno respaldo a la coalición internacional contra esa «ideología violenta», que viola los derechos humanos y «destruye el patrimonio cultural y religioso» ahí donde actúa.

El grupo hace hincapié en los estragos cometidos en Siria e Irak, principalmente, y expresa al mismo tiempo su «consternación» por el deterioro de la situación en Yemen y su condena a los recientes atentados terroristas, tanto en Túnez, como en Garissa, París y Copenhague.

Con la inclusión de dos resoluciones a propuesta del anfitrión alemán -relativas a la seguridad marítima en las rutas comerciales y a la lucha contra el ébola- se cerró una reunión que fue, en términos de seguridad, más sosegada de lo que se temió.

Las autoridades alemanas habían desplegado en la tranquila ciudad hanseática de Lübeck 3.500 policías para impedir disturbios, a modo de ensayo general del operativo que prevé para Elmau.

Sea porque no acudieron tantos manifestantes como se calculó o porque los 2.000 que lo hicieron se comportaron de modo pacífico, lo más perceptible fue que la ciudad estuvo tomada policialmente en los dos días de reunión, además de la víspera.