En los últimos años tanto las clínicas de belleza, como los profesionales médicos han notado un fenómeno que empezaron a llamar “dismorfia de la selfie”.
Sin duda, el nombre de este trastorno parece un trabalenguas, sin embargo, se trata de un fenómeno que está en expansión y comienza a alamar a los expertos en salud mental.
¿De qué se trata?
Se trata de una perturbación en la percepción de la imagen corporal causada por el uso de filtros de belleza en las selfies.
Para entenderlo vamos a hablar primero de la dismorfia corporal.
Históricamente, el trastorno llamado “dismorfia corporal” fue descrito por primera vez a finales del siglo XIX. Bajo este nombre se describía una alteración mental en la que la percepción de la imagen corporal estaba distorsionada.
La persona con dismorfia corporal percibe en su cuerpo algún defecto que le resulta intolerable. Por ejemplo, tener manos demasiado grandes, o la forma de la nariz, o piernas muy delgadas, etc. Así, cualquier aspecto del cuerpo puede ser percibido por la persona como un grave defecto.
El tema es que esta percepción del supuesto defecto se vuelve una preocupación obsesiva. No es que sencillamente un aspecto de su cuerpo no les gusta, es que no lo pueden soportar y les genera un enorme padecimiento mental.
De este modo, quienes lo padecen ven defectos en su cuerpo que les hace desarrollar comportamientos obsesivo-compulsivos para modificar eso que no toleran. Por otro lado, la preocupación constante por su imagen provoca una gran angustia y un deterioro de la vida social y laboral.
Además, las personas con este padecimiento tienden a aislarse porque no soportan estar en presencia de otros. Es decir, se sienten avergonzados por ese defecto y prefieren no ser vistos.
También suelen sentir erróneamente que la gente los observa y se burlan de ellos por estos defectos. Vale aclarar que ese supuesto defecto es algo que la persona con este padecimiento percibe. Para ella, es una realidad. Y vive obsesionada por ese defecto corporal que se adjudica.
La mayoría se chequea muchas veces al día en el espejo. Otros, en cambio, evitan mirarse por el horror y la angustia que les causa.
Según los especialistas este trastorno afecta aproximadamente al 2 por ciento de la población.
Este es el trastorno dismórfico clásico. Y es el punto de partida para entender el tema que hoy nos ocupa.
Sin duda la tecnología ha traído enormes cambios en nuestras vidas, en nuestras conductas y en el modo de percibirnos. De este modo, la forma que interactuamos con los demás y con el mundo ha cambiado de manera colosal.
Así también, el modo en el que construimos nuestra imagen y nuestra identidad está afectada por los nuevos dispositivos que la tecnología pone a nuestra disposición.
Las redes sociales han traído un nuevo estilo de comunicación. Y, especialmente, el predominio de las imágenes. De este modo, en la actualidad una de las actividades centrales de las personas es subir selfies, imágenes de sí mismos, a las diversas redes sociales.
Así, nuestros espejos ya no son sólo los espejos convencionales, sino que nos miramos en las imágenes que subimos a las redes. Es decir, nuestros espejos son ahora las selfies mejoradas que nosotros mismos subimos porque así queremos ser vistos por los demás.
Así, partir del uso de filtros de embellecimiento, una nueva preocupación ha aparecido y ha empezado a afectar la salud mental de muchas personas. ¿Cuál?
La preocupación por no lucir igual a como nos vemos en las selfies retocadas que subimos a las redes sociales. Ese choque entre la imagen que refleja el espejo y las selfies retocadas por filtros de embellecimiento puede generar trastornos de dismorfia. Es decir, percibir la propia imagen como defectuosa en comparación con lo que muestran las selfies.
Según una investigación del Boston Medical Center, cada vez más pacientes que acuden a las consultas de los cirujanos plásticos pidiendo parecerse a las fotografías de sí mismos que publican en redes sociales.
La no aceptación y el rechazo de la propia imagen genera un gran sufrimiento y perturba la vida de las personas. Afecta la autoestima, la vida social, y el normal desarrollo de la persona.
Cualquiera puede verse afectado por el trastorno llamado “Dismorfia de las selfies”, pero sin duda los más afectados son los y las adolescentes. Por eso es importante que padres y adultos estén atentos a cualquier cambio que puedan notar en sus hijos para orientarlos y contenerlos en este mundo de imágenes perfectas.