Frase de la semana
No le evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas”  Louis Pasteur

Educar a los hijos es un desafío. Una tarea difícil que exige  paciencia, cariño y ternura. No hay recetas que apliquen a todos los casos. Hay tendencias, concejos y advertencias que pueden ayudar en esta compleja y profunda labor.

Lo más importante es entender que la única manera de educar es a través del amor y de los buenos modos. 

No es posible querer que un niño sea amable si uno no lo trata con amabilidad. 

Un estudio de especialistas en psicología de las Universidades de Pittsburgh y Michigan,  publicado  en la revista Child  Development,  afirma que los gritos, malas palabras, los insultos, y cualquier forma de violencia verbal perjudican  el bienestar emocional  de niños y adolescentes y no tienen efecto alguno para corregirlos.

Por el contrario, este estudio confirma que la violencia verbal  fomenta la  desobediencia, el enojo, la irritabilidad, y la terquedad de los niños y adolescentes. Además aumenta los conflictos en casa.

Ninguna forma de violencia sirve para educar. Este estudio confirma algo que los psicólogos sostenemos a diario: no es posible educar con violencia. Cualquier forma de violencia es dañina siempre. A la hora de educar a los hijos no se debe usar jamás ni la violencia física, ni la verbal, ni la emocional ni ninguna otra. 

¿Son necesarios los límites?
Por supuesto. A diario en el consultorio los padres me cuentan que no saben cómo poner límites a sus hijos. 

El citado estudio nos explica la importancia de buscar alternativas inteligentes y cariñosas para disciplinar a los niños y especialmente a los adolescentes.  

La clave consiste en establecer reglas claras. Normas simples y concretas que puedan ser respetadas por los hijos y por los padres. Inculcar hábitos de higiene, horarios y buenos modales desde que son pequeños es de gran ayuda.  Estipular obligaciones y responsabilidades de acuerdo a la edad del niño.  Enseñarles a compartir y a ayudar. Sentar bases de una relación respetuosa, en vez de elevar la voz y proferir insultos y vulgaridades es la mejor manera de poner límites. 

Los límites son protectores. Los niños y adolescentes necesitan ser protegidos por sus padres, pues no cuentan aún con las herramientas psicológicas para cuidarse a sí mismos. 

Poner límites es cuidarlos. No se trata de reprimirlos o de someterlos porque sí. Se trata de cuidarlos. Y se esta manera enseñarles poco a poco a cuidarse por sí mismos y a cuidar a los demás.

Afirma  el estudio que no se puede pedir a los hijos que respeten a sus padres si éstos no los respetan a ellos. Es cierto. El respeto debe ser mutuo. Los sentimientos y la subjetividad del niño deben ser respetados. De esta manera aprenderán a respetarse y a aceptarse y a respetar y a aceptar a los demás.

El gran secreto para el éxito de esta enorme tarea: la comunicación. 
Hablar  frecuentemente con los hijos, escucharlos con atención, mantenerse al tanto de lo que hacen diariamente. No minimizar sus problemas o temores. Ser abierto. Estar disponibles para el diálogo. Orientarlos.  Involucrarse  en su vida y darles el apoyo emocional que necesitan para pasar cada etapa de su crecimiento. 

Los hijos: un espejo
Los hijos reflejan lo que viven y la manera en que son tratados por sus padres.  

Si eres demasiado irritable, violento y criticón con él es probable que tu  hijo no tenga confianza en sí mismo. Si tu hijo es muy indeciso y temeroso es probable que sea porque lo estás ayudando a hacer cosas que ya podría hacer por sí mismo. Si tu hijo te miente, es probable que esté relacionado con tu mala actitud respecto a sus errores. Si tu hijo es rudo y violento, es probable que te esté imitando y esos sean tus propios modos. Si tu hijo es irascible, inquieto y mal humorado es probable que necesite más atención de tu parte y busque hacerse notar de esta forma. Si tu hijo no respeta a los demás es posible que no se sienta respetado en sus sentimientos. Si tu hijo se muestra indefenso frente a situaciones difíciles es probable que lo hayas humillado en público reiteradamente. 

Si su hijo se siente tratado con cariño, respeto, ternura es probable que sea amable, seguro de sí, respetuoso y cariñoso con los demás.  

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