Los ataques de pánico en niños y adolescentes son episodios de ansiedad intensa, extrema y repentina que se acompañan de síntomas físicos como palpitaciones, falta de aire, mareos, náuseas o sudoración.
Así, los niños y adolescentes que sufren de ataques de pánico experimentan síntomas físicos y emocionales como palpitaciones, sudoración, falta de aire, mareos, sensación de irrealidad, temor a morir o a perder el control.
Estos ataques pueden ocurrir en cualquier momento y sin una causa aparente.
Se desencadenan en forma abrupta y suelen alcanzar su punto máximo en 10 minutos.
Por otro lado, los niños y adolescentes que sufren ataques de pánico pueden desarrollar un gran miedo a tener otro ataque. A raíz de este temor suelen evitar los lugares o situaciones que los desencadenan, como la escuela, las multitudes o los espacios cerrados.
El trastorno de pánico no es frecuente en los niños pequeños. En general, estos episodios sueles comenzar en la adolescencia. Se estima que alrededor del 2% de los adolescentes padecen este trastorno en algún momento de su vida.
¿Cuáles son las causas?
Los ataques de pánico en niños y adolescentes pueden tener diversas causas, como el estrés, los conflictos no resueltos, los traumas o la predisposición genética.
Algunos desencadenantes que pueden provocar un ataque de pánico son el estrés, los conflictos familiares, los cambios hormonales, las experiencias traumáticas o el consumo de sustancias.
Si tu hijo o hija presenta síntomas de ataques de pánico, es importante que consultes con un profesional de la salud mental para que le haga una evaluación completa y le ofrezca el tratamiento más adecuado.
¿Cómo saber si se está sufriendo un ataque de pánico?
El ataque de pánico tiene algunos síntomas muy característicos. Durante el ataque de pánico se presentan varios de los siguientes síntomas:
1. Taquicardia, palpitaciones, latidos del corazón acelerados.
2. Temblores.
3. Dificultad para respirar.
4. Sensación de ahogo.
5. Sudoración.
6. Náuseas.
7. Dolor en el pecho.
8. Mareos.
9. Sensación de desmayo.
10. Hormigueo en brazos y /o piernas.
11. Miedo a volverse loco.
12. Sensación de irrealidad.
13. Miedo a morir.
¿Es un ataque de pánico o un ataque al corazón?
Los síntomas de un ataque de pánico se pueden asemejar a los de un ataque al corazón, o a otro problema médico. Sólo un profesional de la salud puede determinar lo que está pasando.
Ante la duda, recurra siempre a un profesional. Ante una emergencia llame al 911.
Tratamiento y Recuperación
El trastorno de pánico se puede tratar con éxito mediante diferentes tipos de terapias.
Los niños y adolescentes con trastorno de pánico pueden recuperarse y llevar una vida normal si reciben el tratamiento adecuado y el apoyo familiar.
Es importante que los padres se informen sobre el trastorno, que reconozcan los síntomas y que busquen ayuda profesional lo antes posible.
También es fundamental que los padres brinden a sus hijos seguridad, comprensión y afecto, que les ayuden a expresar sus emociones y que les enseñen a enfrentar sus miedos con confianza y optimismo.
Diferencia entre ataque de pánico y trastorno de pánico
Un ataque de pánico es un episodio repentino de miedo intenso que provoca reacciones físicas sin causa aparente.
Muchas personas tienen solo uno o dos ataques de pánico en toda su vida
Pero, si tienes ataques de pánico inesperados y recurrentes, y pasas mucho tiempo con miedo constante de sufrir otro ataque, es probable que tengas una afección llamada “trastorno de pánico”.
¿Cómo se diagnostica?
El trastorno de pánico se puede diagnosticar mediante una evaluación clínica realizada por un profesional de la salud mental, como un psiquiatra o un psicólogo. El diagnóstico se basa en los criterios establecidos por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), que incluyen la frecuencia, la duración, la intensidad y el impacto de los ataques de pánico, así como el nivel de ansiedad anticipatoria y el grado de evitación de las situaciones temidas.
¿Cómo prevenirlo?
El trastorno de pánico se puede prevenir mediante la adopción de hábitos saludables que favorezcan el bienestar físico y mental de los niños y adolescentes.
Algunas medidas son:
- Fomentar una alimentación equilibrada.
- Promover una rutina de sueño adecuada.
- Evitar el uso de pantallas antes de dormir.
- Estimular la práctica regular de ejercicio físico y actividades recreativas que generen placer y relajación.
- Enseñar técnicas de respiración o mindfulness para manejar el estrés y la ansiedad.
- Reforzar la autoestima, la confianza y la autonomía de los niños y adolescentes.
- Facilitar la expresión emocional.
- Buscar ayuda profesional si se detectan signos de alarma como cambios bruscos en el estado de ánimo, el comportamiento o el rendimiento escolar.