Día Mundial de la Salud Mental
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El 10 de octubre, todos los años, se celebra el Día Mundial de la Salud Mental.

¿Pero qué es la salud mental?

La Organización Mundial de la Salud propone esta definición: “La salud mental es un estado de bienestar mental que les permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad”.

En esta definición notamos algunos pilares que hacen a nuestra salud mental: la sensación de bienestar o de satisfacción con la propia vida, la capacidad para afrontar situaciones de estrés que inevitablemente ocurren, tener la posibilidad de potenciar nuestras habilidades psíquicas y, por último, poder establecer buenos vínculos con los demás.

Mantener estos ejes equilibrados es la base del bienestar psíquico. Claro está, se trata de un equilibrio en permanente movimiento. La vida se mueve y nos mueve. Nada se mantiene estático. Hay momentos difíciles en lo que todo parece ponerse en contra. Hay momentos de sufrimiento inevitable ante algunas pérdidas. Sin embargo, los recursos psíquicos con los que contamos son los que nos permiten movernos con y por la vida sin perder el equilibrio.

De este modo, la OMS aclara que la salud mental es más que la mera ausencia de trastornos mentales. Se trata de un proceso complejo, que cada persona experimenta de una manera diferente.

“Hacer de la salud mental y del bienestar para todos, una prioridad global” es el lema que propone la Organización Mundial de la Salud para este año.

 Por supuesto, los últimos años han sido difíciles y complejos para la mayor parte de la población. En este sentido, dice la OMS; “La pandemia de COVID-19 ha creado una crisis mundial para la salud mental, alimentando el estrés a corto y largo plazo y socavando la salud mental de millones de personas”.

Así mismo afirma que se estima que tanto la ansiedad como los trastornos depresivos han aumentado en más del 25% durante el primer año de la pandemia. Al mismo tiempo, aclara, los servicios de salud mental se han visto gravemente interrumpidos y la brecha de tratamiento para las afecciones de salud mental se ha ampliado.

Sin duda, la pandemia ha afectado de manera profunda muchos de nuestros recursos psíquicos. El impacto de la catástrofe que vivimos ha dejado secuelas que ahora son visibles en nuestra vida diaria. Debido a esto, tenemos que estar atentos a nuestro estado mental y poder buscar ayuda si es necesario.

¿Cuándo buscar ayuda?

Como dijimos la salud mental es un estado de equilibrio psíquico que por diversas situaciones en la vida puede verse afectado.

¿Cuándo es necesario buscar ayuda para reestablecer el equilibrio?

Por supuesto, la última respuesta la tiene siempre el profesional de la salud al que uno consulte. Sin embargo, hay algunos indicadores que pueden ser una señal de alerta.

  • Presentar cambios en las conductas habituales.
  • Tener de manera prolongada trastornos de sueño como insomnio o dormir demasiado.
  • Aislarse de los demás. Ensimismarse.
  • Estado permanente de insatisfacción. No poder encontrar nada positivo en la propia vida.
  • Dejar de disfrutar las actividades habituales. Sentirse desganado y desinteresado por un tiempo prolongado.
  • Tener un fuerte estado de agotamiento. Tener muy poca energía o nada en absoluto.
  • No poder concentrarse en nada.
  • Estar insensible, como anestesiado.  
  • Sentir que ya nada le importa. Mostrar una total abulia por todo.
  • Tener un estado de angustia permanente, sin que haya pasado nada especial.
  • Imposibilidad de manejar las emociones y/o los pensamientos. Sentirse superado por el mundo interior.
  • Dificultad para conectar con los demás.
  • Sentirse desesperanzado, vulnerable o indefenso de manera extrema y por un tiempo prolongado.
  • Adicciones. Cualquier tipo de adicción es un trastorno de salud mental y debe ser atendido.
  • Sentirse muy confundido y olvidadizo. Perder la orientación, estar muy desmemoriado, dejar de entender las cosas. Olvidar palabras, nombres. Tener lagunas mentales.
  • Estar excesivamente nervioso o irritable. Sentirse a punto de estallar en cualquier momento.
  • Estar preocupado la mayor parte del tiempo. No poder dejar de pensar en las preocupaciones respecto a posibles situaciones futuras.
  • Tener miedos y fobias incontrolables. Por ejemplo, miedo a salir a la calle, fobia social, miedo a las situaciones nuevas, etc.
  • Generar situaciones de violencia física o verbal con familiares y amigos de manera frecuente.
  • Escuchar voces o tener alucinaciones.
  • Pensar en lastimarse o lastimar a otros.
  • No tener capacidad de realizar las tareas diarias que antes realizaba sin problema.

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