Como su nombre lo indica, este “síndrome” describe el comportamiento de alguien que se dedica casi exclusivamente a solucionar los problemas de los demás. De este modo se convierte en el salvador del otro. Se ocupa de todos los asuntos del otro, lo ayuda en todo, le soluciona y le facilita la vida. Dicho así puede parecer muy lindo, pero…
Es una forma de relacionarse que genera muchos inconvenientes y en realidad obstaculiza la libertad y el desarrollo de las personas.
Las personas que ocupan el lugar de “salvadoras” están tan entregadas a ayudar a los demás que se olvidan de sus propias necesidades y de sus propias dificultades.
Tenemos que aclarar que esta clasificación no es un diagnóstico de salud mental, sino que es una forma de describir un modo de relacionarse con los demás.
Y muchas personas tienen este modo. Seguramente si miras a tu alrededor encontrarás este tipo de personas, o acaso tu mismo seas un salvador o un salvado.
Hay que recalcar también que preocuparse y hacer cosas por los demás es fundamental para los vínculos. Y es algo positivo y generoso. Pero en este artículo estamos hablando de otra cosa. Se trata de una conducta extrema que se vuelve tóxica tanto para el salvador como para el salvado.
No hablamos de una ayuda mutua o de conductas de colaboración recíproca sino de alguien que ayuda tanto que no permite que los demás sean autónomos y se valgan por sí mismos.
Por otro lado, “el salvador” se sacrifica de tal modo que descuida sus propios intereses. Su atención está tan dedicada a los problemas del otro que se va abandonando. Así, va siempre en auxilio de los demás, pero nunca de sí mismo.
Con este modo de actuar el salvador no permite que el salvado aprenda a solucionar sus propios problemas. De este modo, se vuelve imprescindible para el salvado y se genera un vínculo de dependencia tóxico para ambos.
Esta forma de relacionarse puede darse en cualquier vínculo. Pero puede verse con relativa frecuencia en las relaciones de pareja y entre padres e hijos.
Muchos padres anulan a sus hijos resolviéndoles todos sus problemas, aún cuando ya tienen edad de empezar a ocuparse de sus cosas.
Del mismo modo, en muchas parejas se da esta situación en la que uno se ocupa de los temas del otro a tal punto que la persona va perdiendo su autonomía y su capacidad de valerse por sí mismo.
Como todo vínculo esta modalidad tiene dos lados. Por un lado, tenemos a el “salvador” que se dedica casi exclusivamente a los problemas del otro y del otro lado tenemos al “salvado” que es quien recibe la atención y los cuidados del otro.
La dupla Salvador – Salvado
El salvador:
El que ocupa este lugar suele tender rasgos controladores. Al ocuparse totalmente del otro va generando una dependencia de parte del salvado que no se siente capaz de solucionar las cosas de su vida. De este modo el salvador se siente seguro y en control porque se vuelve imprescindible para el otro.
Por otro lado, suelen ser personas inseguras que tienen miedo a enfrentarse a sus propios conflictos. Así, al ocuparse exclusivamente del otro se desentienden de sus propios temas y de sus propios temores.
El salvado:
El salvado es quien recibe las atenciones y los cuidados del salvador. En general son personas con una personalidad muy dependiente e inseguras. Suelen tener una baja autoestima. Y, además, les cuesta salir de su zona de confort. Son personas temerosas y cómodas, que prefieren dejar el control de su propia vida en manos del otro.
Algunas consecuencias
Este tipo de vínculo genera una extrema dependencia, y tiene efectos negativos en ambas personas. Podemos decir que en esta dinámica ambos se perjudican mutuamente
Por un lado, el “salvado” al ser no tener que ocuparse de sus propias responsabilidades no consigue desarrollarse como una persona independiente. Pierde su autonomía y queda siempre supeditado al accionar del otro. No desarrolla confianza en sí mismo. Y su autoestima se va deteriorando.
El “salvador”, por su lado, tampoco se desarrolla. Al estar pendiente de solucionarle la vida a los demás, se descuida de sí mismo. De este modo no se ocupa de sus temas y queda estancado en su propio círculo vicioso. Además, puede ocurrir que el salvado decida ser más autónomo. En este momento, al sentir que ya no es el salvador se siente perdido, vacío y puede entrar en un momento depresivo.
A modo de conclusión
Las personas con este problema suelen tener una baja autoestima, necesidad de control y dificultad para establecer relaciones no dependientes.
Para superarlo es importante reconocer el problema, trabajar la autoestima y aprender a respetar la autonomía de los demás y la propia.